Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 50
Fin: Año 150

Antecedente:
La época altoimperial

(C) José Luis Jiménez Salvador



Comentario

A lo largo de la primera mitad del siglo I d. C. se asiste a un proceso de consolidación de los programas iniciados con anterioridad. Es el momento en el que se edifica el foro de Clunia (Burgos), de excepcionales dimensiones, sin duda, acordes con el carácter de cabeza de conventus de la ciudad.
Al sur se erigía un templo pseudoperíptero, dotado de una cella con ábside y dos escaleras laterales de acceso, mientras que en el otro extremo del conjunto se situaba la basílica, enfrentada al templo y en posición transversal. El pórtico lateral del foro comunicaba con una hilera de tabernae cuyas puertas abren hacia la plaza. En un momento posterior a la edificación del conjunto, las tabernae centrales fueron modificadas transformándose en una triple aula de culto, en la que aparecieron dos cabezas de príncipes julio-claudios. Esta circunstancia permite apuntar la posibilidad de que este nuevo espacio cultural respondiese al problema planteado por el aumento paulatino del panteón imperial, constituyendo un testimonio más de la complejidad alcanzada por el culto al emperador.

Una buena muestra de la evolución experimentada por una ciudad hispana de tipo medio a lo largo del siglo I d. C. viene proporcionada por Baelo Claudia (Cádiz), donde las últimas investigaciones han permitido precisar la cronología de un programa monumental en constante evolución durante más de medio siglo, propiciado por su ascensión al rango de municipio bajo el emperador Claudio. En efecto, la arqueología va demostrando cómo este establecimiento costero, cuya importancia venía dada fundamentalmente por sus actividades relacionadas con el comercio de salazones, sufrió una transformación tan profunda en su aspecto monumental a raíz de su promoción jurídica que implicó la desaparición de los elementos anteriores a raíz de la construcción del foro. La organización general de este conjunto arquitectónico, limitado al Sur por el decumanus maximus, consta de los componentes básicos que definen un modelo canónico de foro, es decir, un sector religioso y una basílica ocupando una situación extrema, enfrentado entre sí y separados por una plaza enlosada, limitada lateralmente por sendos pórticos. El área sagrada estaba ocupada por tres templos que se abrían a la plaza ofreciendo una sensación de dominio sobre todo el espacio del foro. Su construcción se remonta a los tiempos de Claudio o Nerón, como la mayor parte de todo el conjunto forense, aunque uno de los tres quedó inacabado, no concluyéndose hasta la época de los primeros antoninos y siempre después que hubo finalizada la elevación del templo de Isis, situado al lado de los tres edificios religiosos. La función comercial estaba representada por un conjunto de seis tabernae localizadas en el pórtico oriental, construidas con Claudio o Nerón y abandonadas con bastante rapidez a consecuencia de la construcción de un mercado (macellum) en el ángulo suroeste del foro a finales del siglo I ó comienzos del II d. C. Estos cambios tan rápidos, junto con los que se observan en el lado occidental del foro, donde se documentan dos etapas sucesivas, una claudio-neroniana y otra flavio-trajanea, sin que pueda descartarse una anterior a éstas, representan los signos de una capacidad evidente para satisfacer unos claros deseos de monumentalidad especialmente dirigida a la vertiente religiosa y política, los dos aspectos esenciales de la ideología imperial.

Fueron precisamente esas dos facetas, la política y la religiosa, las que impulsaron la realización de los nuevos programas monumentales a lo largo del siglo I d. C. y especialmente a partir de época flavia.

El más espectacular de todos sin duda fue el construido en Tarraco por la dinastía flavia para desarrollar el culto imperial provincial, albergar la sede del Concilium Provinciae Hispaniae Citerioris, cuya grandiosidad, aproximadamente 11 Ha., ha determinado la evolución urbanística y la topografía de la ciudad desde el Bajo Imperio hasta nuestros días. Este complejo se estructuraba en tres niveles partiendo de un eje de simetría orientado NE/SO. La terraza superior estaba ocupada por una plaza central rodeada por tres de sus lados por un pórtico con una sala dispuesta axialmente en el pórtico de fondo. Este recinto, que en la actualidad se halla ocupado por la gran Catedral, debía estar presidido por un templo del que no se ha conservado ningún elemento arquitectónico in situ, aunque es muy probable su presencia, dado el fuerte componente religioso que tenían las ceremonias de culto imperial. La segunda terraza, situada a un nivel inferior, estaba ocupada por una gran plaza de representación rodeada de un doble porticado por tres de sus lados con criptopórticos y dispuesta transversalmente en relación con el eje del recinto superior. Dos escaleras dispuestas en el eje central permitían la comunicación con la terraza superior y con el circo que ocupaba la terraza inferior, construido en un momento ligeramente posterior, pero parte integrante del mismo proyecto. Los numerosos hallazgos en la terraza intermedia de pedestales de estatua con inscripción, correspondientes al sacerdocio de culto provincial (flamen y flaminica) han confirmado la funcionalidad de todo el conjunto. De entre los elementos recuperados que componían la decoración de este complejo destaca la serie de fragmentos de clípeos con representación de Júpiter Ammon y Medusa, que debían adornar los pórticos de la terraza superior y que imitan de forma inequívoca modelos iconográficos presentes en el Foro de Augusto en Roma. Piezas semejantes han sido descubiertas entre los restos que integraban la decoración del foro colonial de Augusta Emerita. Esta coincidencia debe ser entendida como el reflejo de la enorme carga simbólica que poseía el programa decorativo del Foro de Augusto en Roma, máxima representación de la ideología imperial y, por tanto, un modelo a imitar.

La construcción del conjunto de culto provincial en Tarragona no implicó la desaparición del foro municipal, situado en la parte baja de la ciudad, como demuestran las inscripciones con dedicatorias a emperadores y las esculturas localizadas en este recinto, expresiones del culto imperial de carácter local. Estas evidencias permiten deducir la existencia de una voluntad decidida en separar las manifestaciones de veneración al emperador promovidas por los estamentos ciudadanos, de las que entraban en la esfera del ámbito provincial.

Una situación semejante parece darse en las otras dos capitales de provincia, Augusta Emerita y Colonia Patricia (Córdoba), a la vista de los datos derivados de las investigaciones más recientes. En ambos casos, la recuperación de inscripciones relacionadas con el desarrollo del culto imperial provincial, constituye un argumento decisivo. Además, en Augusta Emerita el conocido como Arco de Trajano, de denominación arbitraria, constituía la entrada a este foro, del que recientemente, en un solar de la calle Holguín, han descubierto unos vestigios pertenecientes a un gran templo con columna de mármol. En el caso de Córdoba, el programa flavio no sólo incluyó la construcción del foro provincial, sino que además contempló la edificación de otro gran conjunto monumental a modo de plaza, presidida por la imponente mole de un templo marmóreo, cuyos restos se localizan actualmente en la calle Claudio Morelo, así como un nuevo acueducto. La situación periférica de este último templo para cuyo levantamiento tuvo que derribarse un tramo de la muralla urbana, representa la muestra más evidente del crecimiento alcanzado por las principales ciudades, que obligaba a planificar nuevas zonas de expansión.

Otros signos de esta vitalidad urbana en época flavia van definiéndose en Valentia (Valencia) de igual modo que en Conimbriga, donde se renovó en forma muy profunda, tanto el foro como las termas y en Munigua (Sevilla) donde, sobre todo, destaca la construcción de un santuario en terrazas que constituye una soberbia continuación, en período tardoflavio, de modelos arquitectónicos desarrollados en el Lacio en época tardorrepublicana, como los santuarios de Hércules Victor en Tibur y de la Fortuna Primigenia en Praeneste. De nuevo, en este caso, hay que relacionar la concesión del Ius Latii la ciudad por parte de Vespasiano y la realización de un importante conjunto monumental, un santuario, sin descartar la posible influencia ejercida por senadores procedentes de la Bética presentes en Tibur. También parece estar relacionada con la concesión de la ciudadanía romana, la construcción, a fin del siglo I d. C., de un arco cuadrifronte en el cruce de dos calles de la ciudad de Capera (Cáceres), a cargo de un magistrado local.

En el siglo II d. C., la Nova Urbs de Italica (Sevilla), constituye un ejemplo para el que no existe parangón alguno. A ello contribuyó la circunstancia de haber sido la patria de Trajano y Adriano, quienes, sobre todo este último se mostraron generosos con la ciudad que les vio nacer. La creación del nuevo establecimiento urbano coincidió con su ascenso a la categoría de colonia, acontecimiento propicio que también se dejó sentir en el viejo núcleo republicano que vio como sus edificios más singulares, como el teatro, eran objeto de sensibles mejoras, como la gran plataforma dispuesta sobre la summa cavea que debió de servir de asiento a un templo.

Todos los elementos de la nova urbs fueron cuidados hasta el más minino detalle, incluso su red de alcantarillado. Su trama regular con calles espaciosas, algunas llegan a alcanzar los 16 metros de anchura, perfectamente pavimentadas y dotadas de pórticos. Las manzanas rectangulares determinadas por el trazado de las calles estaban ocupadas por lo general por dos casas amplias, auténticas domus en las que las habitaciones principales se disponían en torno a un patio porticado con fuentes y aljibe. La presencia de termas privadas y de mosaicos era bastante habitual, así como la localización de establecimientos comerciales en las fachadas. Los edificios públicos no desentonaban en este ambiente de elevada categoría, destacando unas termas públicas -la ciudad antigua contaba con otras-, un anfiteatro y un gran recinto monumental, tremendamente expoliado, consistente en una gran plaza rectangular limitada por pórticos, amenizados por medio de la alternancia de exedras cuadrangular y semicirculares. El espacio interior estaba presidido por un templo, del que apenas queda la impronta del arranque de su cimentación, pero que, a juzgar por las dimensiones de ésta, debió poseer unas proporciones majestuosas, comparables tan sólo con las del templo octástilo de Augusto representado en monedas de Tarraco. Es indiscutible el enorme parecido de este conjunto con la célebre Biblioteca de Adriano en Atenas, que en Itálica se destinó probablemente a venerar la figura de Trajano divinizado, a cuya estatua de culto bien pudo pertenecer el colosal antebrazo de casi dos metros de longitud, recuperado en las excavaciones realizadas en dicho recinto.

La labor constructora de Adriano en Hispania no debió limitarse a su ciudad natal, pues, sabemos que en Tarragona restauró el templo de Divus Augustus y hasta es posible que el templo que en la actualidad se localiza en la calle Mármoles, de Sevilla, del que permanecen in situ tres columnas monolíticas de granito, fuese reconstruido por este emperador o por su sucesor, Antonino Pío. Hacia esa fecha se construyó en Augusta Emerita un templo dedicado a Marte, cuyos restos fueron reaprovechados para elevar un templete dedicado a Santa Eulalia.